¿Casualidades o jugadas del destino?
¿Hasta que punto las experiencias que vivimos vienen determinadas por pura casualidad o estamos destinados a experimentarlas?
Al hilo de un comentario en notes mi maquinaria mental empezó a cavilar sobre si todo en esta vida son casualidades o si, en realidad, estamos predestinados a conocer a determinadas personas para extraer ciertos conocimientos y aprendizajes.
No me refiero en este punto a la perspectiva particular e individualista de “es para tu mayor crecimiento” que tratan de vendernos algunos gurús de la espiritualidad y de “tienes que extraer la lección” como tantos otros dirán, sino que, en realidad, qué pasaría si todo estuviera orquestado perfectamente para que cada uno de nosotros, como colectivo, como humanidad, aprendamos lo que tengamos que aprender.
¿Creéis en las energías? Es decir, en que atraemos aquello que proyectamos.
Pongo un ejemplo simple. Hace un par de años conocí al que sería mi novio hasta hace bien poco. Él estaba en el proceso de quiero sentar cabeza, tener algo estable, un trabajo fijo, estar más cerca de mi familia -vivía a 14.168,66 km de distancia de ellos-. Yo siempre he sido -si bien he estado mutando hacia lo contrario, o, a quitarle importancia desde hace un tiempo- la expresión de la responsabilidad. Abrías el diccionario por la palabra “responsable” y al lado de la primera acepción salía mi foto. Aquella que siempre hace lo que tiene que hacer, la que estudia, la que trabaja, la que siempre da lo mejor de sí, la que nunca dice que no (¡por Dios! ¿Qué me pasaba?).
Por otro lado, él siempre había sido -aunque estaba intentando virar levemente a lo contrario- de los de: hay que disfrutar de la vida, viajar, salir, hacer lo que te gusta, disfrutar de los amigos.
Siempre me quedaré con la frase (adoptada ya como propia) de no conozco a nadie que se arrepienta en su lecho de muerte de haberse tomado otra cerveza.
Ni de haber cogido vacaciones, ni de hacerse un viaje más, ni de gastar un poco más…
Y yo estaba empezando a ser -desde que mi padre ya no está, me tomo la vida de otra manera…- de esas personas que empiezan a disfrutar la vida más, a salir, entrar, gastar, viajar, ir a conciertos (cómo amo la música en directo…¡¡¡Y no iba a conciertos!!!).
Todo este preludio -no es porque quiera hablaros de mi vida, que no importará en esencia a nadie- sino que viene a plantear lo siguiente:
No es casualidad que nos hayamos conocido en ese momento preciso, no es casualidad que nuestros respectivos procesos personales convergieran en ese instante. Él me enseñó a ser más como en realidad quería o estaba llamada a ser (o a reforzar esa idea que venía cuajando en mi mente, llevándola más a la práctica) y yo -quiero pensar- que le enseñé a reconciliarse con esa parte responsable y familiar con la que estaba un poco “desconectado”.
Aunque el concepto de familia que tenemos en los países mediterráneos, nada tiene que ver con la que tienen los americanos… Doy fe. Pero bueno, esa es harina para otro costal.
Con esto quiero decir… si nos hubiéramos encontrado mientras yo opositaba o estaba en la facultad, probablemente no hubiera habido la mínima atracción o conexión o, quizá, no hubiera pasado de… “mira qué tío más simpático (e irresponsable… Dios…Huye por patas)” o “mira qué tía más dulce (y rígida… Madre mía, huyamos de aquí)”. Pero que, sin embargo, al habernos encontrado en ese espacio temporal en que los dos estábamos en ese proceso de cambio todo cuajó y fue bonito y perfecto.
Hoy es más corta mi reflexión, pero da para replantearse muchos momentos en la vida.
No sé. ¿Qué opináis? ¿Es casualidad? ¿Estamos ante la teoría del caos y cada uno hace lo que puede? ¿o es destino y existen hilos invisibles que nos mueven a su antojo?
Esto si que da para pensar ¿eh?
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Y si le das a suscribir, serás partícipe de estas reflexiones interesantes para tener conversaciones distintas en familia, con amigos o desconocidos en el metro o en la cola del supermercado (si me animo, el próximo será sobre una de estas conversaciones raras esperando a que me cobren una tableta de chocolate negro).
Pues no creo en las casualidades demasiado. Más bien creo en que nuestro cerebro va lanzando ondas, (no sé si es muy científico, la verdad) y de una manera u otra nos hace fijarnos en algo alguien que nos puede ayudar en ese momento. Como dices, si no hubieras estado en fase de cambio, no te habrías fijado en tu novio. Creo que nosotros mismos vamos haciendi aparecer lo que necesitamos. De ahí la frase " ten cuidado con lo que deseas" 😉