Esta serie empezaba con una reflexión ¿existe un solo tipo de amor? 💖💕✨
¿Qué me llevó a adentrarme en este sarao? 😅
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Espero que os guste , os entretenga y sirva al debate 🎇❤️·🍿😉·🗣️📢
es una mujer con ingenio, no sólo literario, sino también en el de la estrategia de marketing y comunicación; entre otras muchísimas cosas, ayuda a los escritores que somos más ávidos escribiendo, que dándonos a conocer, a que nuestro arte no pase inadvertido. Además, Alba escribe relatos, relatos cortos y ha publicado unos cuantos libros; sus microrrelatos, que comparte en su newsletter más personal, te dejarán siempre con la sensación de quiero leer más.Este post es especial, porque ha venido a visitarme mi primera invitada. No iban a ser solo mías las desventuras y los momentos tierra trágame … Ella es
. Es una titana que compagina dos newsletters en substack: la profesional Ekho Comunicación y la literaria El ingrediente secreto.
A mi con esta definición, me hizo fan definitiva de ellos:
“son la versión literaria de los snacks: breves, intensos y, a veces, crujientes.
Aviso a navegantes: si estás dispuesto a quedar enganchado, aquí tienes sus dos newsletters para que te suscribas:
Os dejo con la desventura de
. Estoy segura que vais a disfrutarla tanto como yo lo hice al leerla.Gracias, Isabel por invitarme a este espacio tan divertido.
Como escritora de ficción, mis lectores siempre se quedan con la duda de qué es real y qué es inventado, y aunque siempre he desmentido cualquier parecido con la realidad, esta vez voy a dejar que vuele la imaginación y sean ellos los que decidan si esto pasó o no.
Os dejo con la historieta.
Esta historia no ocurrió en Tinder, porque una ya tiene unos años, sino en Badoo, y fíjate si la vida da vueltas que mil años después y en otro país acabé trabajando para la empresa de citas (pero eso da para otras muchas historias)
Si hay algo que aprendí en mi época universitaria en Sevilla (además de que los apuntes de última hora no funcionan), es que las citas pueden salir mal de formas muy variadas.
Algunas son aburridas, otras incómodas y luego están las que, de alguna manera, se convierten en un thriller de bajo presupuesto donde tú eres la protagonista y no sabes si saldrás con vida (o con dinero).
Todo empezó en Badoo, como tantas malas decisiones en la vida.
Él parecía majo: simpático, con fotos sin gafas de sol (un milagro en aquella época) y una bio que no contenía ni frases de Paulo Coelho ni la palabra “empotrador”.
Empezamos a hablar y me propuso cenar en un sitio del centro de Sevilla. Un bar de tapas de esos que tienen nombres graciosos en los platos: “croquetas de la abuela (RIP)”, “patatas bravas con derecho a roce”, “secreto ibérico (y bien guardado)”.
Hasta ahí, todo bien.
Yo no me lo pensé mucho, porque como le diera vueltas sabía que no iba a quedar, pensando que sería un asesino que me iba a descuartizar y echarme al Guadalquivir.
El día de la cita, llegué puntual (en realidad quince minutos antes), me senté en la mesa y esperé.
Minuto uno: todo parecía normal.
Minuto cinco: nada raro a la vista.
Minuto diez: empieza la película.
Cuando llegó, noté algo raro.
Iba de un elegante que no pegaba con la situación. Como si en vez de cenar fuéramos a una gala de los Goya. (Sevilla, abril, 35 grados y el hombre en camisa de botones hasta el cuello).
Empezamos a hablar, a pedir la comida y, de repente, noté que no soltaba la carta.
La miraba con una intensidad que no he visto ni en la gente que elige lotería de Navidad.
—¿Tú qué vas a pedir? —me preguntó.
—Pues estaba dudando entre las croquetas y la presa ibérica.
—¿Las croquetas? —dijo, frunciendo el ceño—. Son carillas, ¿eh?
Señal de alarma.
Pero, en aquel momento, yo lo ignoré. Una era estudiante, pero con el paladar de una reina.
Cuando la camarera vino a tomar nota, él pidió media carta y te juro que todo más caro que las croquetas.
Algo no cuadraba.
Pero aún no había visto lo mejor.
Cenamos casi sin hablar porque me molestaba demasiado cómo masticaba y comía con la boca abierta, y cuando llegó la cuenta, pasó lo impensable.
Él empezó a buscar algo en los bolsillos con un nivel de actuación digno de una serie turca.
—Hostia.
—¿Qué pasa?
—Que no tengo la billetera.
Silencio.
—¿No la has traído?
—¡Tía, qué vergüenza! Te juro que me la he debido de dejar en casa.
(Seguro, seguro que sí).
Entonces vino ese momento en el que sueltas una carcajada por no llorar.
—Bueno, no pasa nada. Yo pago.
Y lo hice. De todas formas iba dispuesta a pagar a medias, ya me pasaría el resto del mes a base de arroz y pasta con tomate.
¿Pero qué pasó después?
Que el hombre desapareció de mi vida como si nunca hubiera existido.
Ni siquiera un “te debo una” de compromiso.
Si alguien ha visto a este hombre, que le diga que me debe una fortuna después de tantos años de intereses.
No estoy a favor de que los hombres tengan que invitar en las citas, pero esto fue la primera vez que me robaron (y no fue el corazón)
Así que ya sabéis, si en la primera cita hay excusas económicas sospechosas, la segunda cita va a ser peor que el precio de la luz.
Y ahora dime, ¿has tenido alguna cita en la que te han dejado a deber dinero? Os leo. 😏
Epílogo
En esa edad donde se ven tantas películas americanas (salvo que estés estudiando Comunicación Audiovisual y seas una fanática del cine independiente japonés) no se me ocurrió otra cosa que una venganza a la altura.
Fotocopié una de sus fotos de Badoo y la pegué en todos los bares y facultades de Sevilla con un titular bien grande que decía:
CUIDADO, ESTE GORRÓN NUNCA PAGA LA CUENTA.
Isabel de vuelta te recomienda que te suscribas al ingrediente secreto para seguir aprendiendo de esta mujer de recursos y solidaria donde las haya, quien avisa no es traidor y si alguien volvió a encontrarse con el gorrón… tuvo la suerte de poder ver este aviso bien puesto.
Por si no lo has hecho antes, te dejo de nuevo los substack de
:
Mejor no meterse con Alba jaja... Menudo elemento... La realidad (o no) siempre supera la ficción...
Jajajaj, gracias por este momentazo Alba. Me súper encantas!!! Ya lo sabes. Y gracias también a Isabel por darte voz y espacio. Abrazos.