De las amistades inesperadas y las conexiones genuinas
Que el miedo a lo desconocido o al rechazo no te impida conocerlas, porque nunca sabes lo que se esconde detrás de una simple decisión
Algunos amigos surgen de tu entorno, de tu día a día, de lo esperado. Casi todos tenemos amigos que proceden del colegio, de la casa de veraneo, del instituto, del pueblo, de unas vacaciones, de la universidad, del trabajo o de cualquier lugar donde pasamos mucho tiempo. Pero, luego están, las amistades inesperadas, esas que son un regalo que surge por sorpresa cuando menos te lo esperas.
Algunas de mis amistades inesperadas han surgido traspasando la barrera de lo digital, precisamente, superando uno de esos miedos tan comunes: miedo a enfrentarse a un entorno desconocido y ¿a ser rechazado?, miedo a no tener de que hablar, miedo a no conectar,…
De estas amistades inesperadas, vengo hablaros hoy, porque desde el sábado pasado es un tema que me ronda por la cabeza; y lo voy a hacer, a través de dos historias diferentes que ocurrieron en ese mismo día, pero que, a la vez, podrían acabar siendo perfectamente iguales.
Sábado 15 de marzo, 10.00 am
La mañana del sábado empezó temprano, me suelo levantar entre semana con las gallinas, por lo que lo normal es que un sábado a las 6.00 am tenga los ojos como platos (como ahora, momento de empezar a escribir estas letras).
Había quedado con las compañeras de un curso online que hice entre septiembre y enero para traspasar, precisamente, la barrera de lo digital. Era la tercera vez que ellas quedaban, pero con mi manía casi patológica de estar siempre a 20 cosas simultáneamente ni me había enterado de las dos primeras.
Honestamente, no me apetecía salir de casa tan pronto, porque luego había quedado con otros amigos por la tarde y sabia que para las 22.30 o 23.00 iba a estar rendida, pero me obligué a ir. Me obligué a ir, porque me había comprometido y confirmado que iba, porque serían personas en mí misma sintonía (el curso se llamaba reinvéntate, no digo más) y, porque sabía que me iba a alegrar mucho de ir, aunque me diera pereza salir en ese momento. Así que fui, y, efectivamente, me alegré muchísimo de ir.
Estuvimos hablando de los motivos para apuntarnos, de los proyectos que teníamos en mente y de la forma en que cada una había interiorizado el curso. Y pasó algo mágico: que todas nos comprendimos. Todas nos comprendimos porque estábamos exactamente en la misma sintonía.
Mi cara de alegría profunda cuando les conté lo que quería hacer y no hubo absolutamente ninguna “pega”, ningún “es que” y ningún “estás loca, cómo se te ocurre”, fue absolutamente energizante y liberadora. Y es que cuando te rodeas del entorno adecuado, las cosas se ven de una manera totalmente diferente.
Me vine con muchas ideas y con muchas ganas de hacer de todo, porque no había miedos, había aprobación y coherencia. No había crítica, había apoyo e impulso. No había disonancia, había atención y escucha mutua. Había, en definitiva, entendimiento recíproco y conexión.
Y eso fue algo que creo que nos llevamos las ocho mujeres que estuvimos allí presentes.
Mi conclusión personal, cuando les conté lo que yo quería hacer: Si no estás viviendo la vida que quieres vivir y te brillan de esa manera los ojos cuando hablas de lo que SI quieres hacer, si lo que desprendes es pura emoción, es que lo tienes que hacer y empezar a mostrárselo al mundo.
Así que antes de continuar con la otra historia:
En algún otro post me habréis leído hablar de otro proyecto que tengo entre manos. Estoy organizando una pequeña comunidad gastronómica de mujeres foodies en Madrid.
De momento entre amigas y amigas de amigas, pero estas compis tan majas con las que desayuné me dijeron que lo debería ir abriendo a más personas y asomar la cabecita porque si no, nadie se va a enterar nunca de qué narices hago, así que si alguna que me esté leyendo quiere apuntarse para la siguiente que me escriba por DM y le cuento los detalles. La próxima que estoy organizando es una cata de cervezas en abril.
Sábado 15 de marzo, 18.00
Habíamos quedado a las 18.00, si bien desde las 17.45 se venían sucediendo los mensajes en el grupo de whatsapp narrando las peripecias para llegar hasta el lugar escogido debido al jaleo por el día de San Patricio.1
Llegué la tercera, Gerardo y Luismi ya estaban allí y estuvimos charlando mientras llegaban las restantes, Cristina, María José y Patri. Todos amigos, todos abogados, todos mediadores… precisamente, la mediación es lo que nos puso en común.
En septiembre de 2021 en mi despacho me insistieron en que hiciera un curso de mediación porque iba a ser “el futuro”. Así que me apunté al curso introductorio y al posterior de mediación civil y mercantil. Lo que no podía llegar a imaginar es que este curso online post covid iba a dar lugar a esta relación genuina de amistad que se ha ido fraguando quedada tras quedada.
Al principio quedábamos muchos, llegamos a ser incluso 15 en algunas ocasiones, pero luego el grupo fue menguando. A pesar de eso, siempre aparecía la resistencia; tan resistencia fuimos y tanta continuidad le dimos, que esto ha dado lugar, incluso, para organizar unos cuantos viajes de fin de semana.
Todo ello, por traspasar la barrera de lo digital.
Solo puedo decir que, si en algún momento tuve dudas sobre si quedar con ellos el primer día o no, ese estúpido miedo a quedar con “desconocidos” ha quedado totalmente atrás. Los diez primeros minutos siempre son los más raros, porque aún no conoces a las demás personas, pero todos somos seres sociables en esencia y siempre surgen temas de conversación, la charla, las risas y la complicidad.
Hablando del desayuno que había tenido por la mañana, me preguntó Cris:
— ¿Y cómo las has conocido?
Mi sonrisa por el paralelismo fue evidente al contestar:
— En un curso online, como a vosotros -dije con esa media sonrisa- pero bueno, no es lo mismo.
— Porque aquí ya hay cariñito del bueno, ¿no? -dijo riendo con su socarronería madrileña característica.
Y, exactamente, es que hay cariñito del bueno. No nos vemos todos los días, pero si, al menos, una vez al mes, hablamos a menudo, nos preocupamos por los proyectos de los otros, somos muy distintos, pero, a su vez, se ha creado una conexión muy especial que nos hace estar “en familia”.
¿Qué tienen en común personas entre 31 y 60 pasando por todas las edades intermedias, con y sin hijos, solteros, casados, divorciados, prometidos? Pues, al parecer muchas cosas, pero sobre todo una: la conexión genuina.
Conexión genuina creada al romper la barrera de lo digital.
Aquí os dejo esta foto que me encanta 😍 en la que, como he prometido, salimos todos muy guapos.
Y vosotros, ¿Qué barrera habéis traspasado últimamente? ¿Cuál es la próxima barrera que os animáis a traspasar?
PD: el martes os vais a encontrar con una sorpresa en vuestra bandeja de entrada 😊
Te dejo un enlace a un relato fantástico de Pedro Gala por el día de San Patricio, para quienes hayáis estado por Irlanda, seguro que os recuerda a ella🍀🙃.
Que importante la relación genuina. He realizado muchas formaciones online. Cuando por fin conoces a alguien con quién has compartido una de ellas, sobre todo si fue sobre alguna soft-skill... ufff. No sé. Es diferente. ¡Gracias Isabel, por llevarme al rincón de recordar ↗️🤔!
Yo últimamente me estoy lanzando a hacer cosas que me gustan "sola" sin esperar a que mi entorno se apunte. Sin ir más lejos este sábado hice un taller de pintura, y era la única que no iba en grupo/pareja. El resultado es que aprendí muchísimo y en algunos casos conectando con gente afín. Perdiendo el miedo al que dirán.