Nogales Experience
Desde otra perspectiva
Aprender a decir no
0:00
-7:46

Aprender a decir no

Os decía que quería hacer un experimento: este audio esta pensado para ser escuchado en lo que dura un breve trayecto. La calidad no es la óptima, pero...es una prueba.

Previo

Os anunciaba el domingo que el próximo post sería publicado excepcionalmente en jueves. Este audio, era un experimento que tenía en mente.

Son audios pensados para escuchar en lo que dura un breve trayecto de metro, en concreto mi trayecto de metro por las mañanas.

Dicho lo anterior, vamos a la reflexión de hoy, que viene en forma de mini relato sobre el temido tema de:


Aprender a decir no

Tenemos la manía de decir que sí cuando, en realidad, queremos decir no.

¿Por qué nos cuesta tanto decir no a los demás?

Relato

De los noes no dichos: Historia de realidad ficción para ilustrar la dinámica de este mal tan común

Laura estaba terminando de revisar la contabilidad antes de enviársela a Pedro, quien llevaba siendo su contable la friolera de 20 años. A pesar de los años de dedicación y de que no era para ella algo nuevo, era una tarea que la ponía nerviosa. Había decidido que esa misma tarde finiquitaría la revisión para descansar tranquila. Prefería quitarse las tareas tediosas o que le resultaban frustrantes en lugar de alargarlas indefinidamente. Y más, después de dos semanas de no parar en las que el intenso ritmo de los pedidos le había robado dos sábados y un domingo. A pesar de este esfuerzo, estaba contenta, la nueva campaña estaba dando sus frutos. Y su nuevo producto era todo un éxito.

Eran las 17.00 y había calculado que para las 19.00 lo tendría todo listo y enviado. Justo a tiempo para ir a su clase de Hatha Yoga de los martes.

Dios, como me relaja -pensaba Laura- mientras visualizaba como se estiraría su espalda tras un intenso día de trabajo después de una semana intensa.

Inmersa en este dulce pensamiento suena el teléfono. Lo coge.

— Laura…soy Almu, otra vez ha vuelto a hacer lo mismo -dice entre sollozos al otro lado de la línea-. Estoy harta Laura, estoy harta. No puedo soportarlo más.

— A ver, Almu, dime. ¿Qué ha ocurrido? -le responde con tono conciliador.

— Roberto ha vuelto a hacer lo mismo, le he encontrado la foto de otra mujer en el teléfono, estaba mosqueada porque llevaba muchos días que no se despegaba de él. Se ha metido en la ducha y he visto como le llegaban los mensajes de la tal Paula. Será asquerosa. ¡Con un hombre casado!

— Escúchame, Almudena. Esto ya lo hemos hablado. Roberto es como es. No es la primera vez ni tampoco la quinta que te encuentras con esta…digamos…sorpresa. Ahora mismo necesito terminar de revisar la contabilidad, tu sabes lo que me frustra, y a las 19.00 tengo una cita inamovible, llevo dos semanas trabajando sin descansar y, de verdad, que la necesito. Quedamos mañana y me cuentas todo con detalle. ¿Te parece bien?

— ¡No! ¡No! ¡No! No me parece -dice en un tono entre histérico y airado, digno de la mejor actriz de telenovela- necesito que vengas ahora…, necesito que vengas ya…, ¿qué voy a hacer? ¿qué le voy a decir? ¿Ni siquiera mi única amiga va a escuchar lo que me pasa? No puedo creerlo Laura, no puedo creerlo. ¿Tú también vas a fallarme?

— Almu…tú sabes que te quiero, tu sabes que siempre estaré para ti, pero no puedo. No puedo ahora. Tengo que trabajar y luego tengo una cita, la necesito. Mi cabeza va a estallar. Y necesito terminar y acudir a mi cita.

— Da igual. Es lo mismo. De todas maneras, sé que a nadie le importa lo que me pase. Que a nadie le importa lo que yo sufra. Ni a ti, ni a Roberto, ni siquiera a mi madre... -dice entre sollozos, ahora en un tono más tranquilo-. Eras la única persona con quien podía contar. Es igual. Asumo que, a lo mejor, no somos tan amigas como yo creía.

— Almudena, no digas eso. Por favor.

— Pero es que te necesito, te quiero aquí. Necesito hablar con mi mejor amiga. Y tú prefieres terminar esa estúpida contabilidad en lugar de venir a ayudarme. Estoy sola. Estoy completamente sola.

— No estás sola Almudena, solo te estoy diciendo que, por favor, esperes hasta mañana para que pueda prestarte toda mi atención, porque ahora estoy ocupada y tengo cosas urgentes que hacer.

— No es cierto…estás intentando librarte de mí, como todos -dice entre lloros y chillidos.

Se escucha un ruido seco y el sonido del teléfono comunicando. Almudena ha colgado el teléfono.

Y vamos a lo práctico:

Independientemente del resultado, es decir, de lo que creas que va a decidir Laura. ¿Te reconoces en esta historia? ¿Has vivido alguna similar?

Almudena insiste mucho en que le digan que sí y no acepta un no por respuesta. Todos hemos vivido este tipo de situaciones con amigos, con familia, en el trabajo, incluso, con desconocidos a los que, a pesar de querer decir no y expresar de una manera asertiva el porqué de tu negativa, la otra persona no acepta un no por respuesta.

En esta encrucijada y cuando la posición de la otra persona es tan firme. ¿Qué hacer para salir de esta situación?

  1. ¿Decirle que sí y dejar de hacer lo que tienes que hacer? Ella feliz. Todos contentos. ¿Todos? No hay enfados.

    Pero, al día siguiente estás más cansada, más frustrada, no duermes. Tienes la cabeza en el drama de tu amiga porque te has quedado hasta tarde escuchándola y al día siguiente la contabilidad sigue sin hacer y tú igual o más agotada que la tarde anterior a las 17.00. Y te frustras. Y te agobias aún más. Y te sientes mal contigo misma. Porque el mundo parece un poquito peor cuando faltas a tus compromisos contigo. Cuando no haces lo que te habías comprometido a hacer.

  2. ¿Decirle que no y terminar de revisar tu contabilidad y después irte a clase de Yoga?

    Tienes mente de ameba de tanto trabajar y realmente necesitas terminar y un descanso. Le dices que no a tu amiga, ella se enfada. Se enfada mucho. Te sientes muy mal, le das vueltas al asunto en tu cabeza. Pero terminas. Haces un esfuerzo sobrehumano en concentrarte y dejar de lado esos pensamientos y, ¡por fin! terminas tu contabilidad. Para terminar el ritual de dejar finiquitada la tarea te vas a clase de yoga y desconectas totalmente. Te relajas, descansas y al día siguiente estás nueva, descansada, relajada, mentalmente a pleno rendimiento, porque esa tarea te estaba lastrando y deseabas y necesitabas quitártela de encima. El resultado una nueva Laura.

    Al día siguiente, llamas a Almudena. Aquí existen múltiples posibilidades:

    a. Está contenta con Roberto, todo ha sido un malentendido.

    b. Ha decidido dejar a Roberto después de hablarlo en muchas ocasiones contigo y zanjar el tema de común acuerdo con que es una decisión que solo ella debe/puede tomar.

    c. No lo ha dejado, pero se disculpa miles de veces por su insistencia el día anterior y os veis para comer, charlar detenidamente y tomar un café interminable donde habláis todo lo hablado y por hablar.

¿Cuál es tu respuesta?

Me temo que no hay respuesta ni correcta ni perfecta y que ninguna de las personas que lea este artículo daría exactamente la misma. Es más, muchos la darían con matices, porque siempre hay matices en este tipo de situaciones. Experiencias previas. Y un contexto que no conocemos.

¿Cómo actuarías tú en este caso? Te leo en comentarios.

Y tú, ¿a qué cosas dices sí cuando quieres decir no? ¿a qué has tenido que decir no recientemente? ¡Cuéntame en comentarios!

Deja un comentario

Te dejo los míos y cómo me he sentido, más abajo, por si te inspiran.

Cargando...
Cargando...

En este episodio, más que en ninguno otro, os estaré enteramente agradecida si comentáis y participáis en la encuesta.

Va a definir el futuro de este espacio. Un comentario perfectamente válido es también…” ¡qué horror, vuelve a lo anterior!”, que conste.

Las pruebas son pruebas… Y en este artículo se habla de “porque decimos sí cuando queremos decir no” jaja

Mis recientes noes (por si te inspiran)

En las anteriores 48 horas previas a la redacción de este artículo he tenido que decir que no a tres cosas:

  • Una colaboración profesional.

  • Dar mi teléfono a un desconocido.

  • Aceptar un trabajo que no me corresponde y por el que no me pagan.

¿Cómo me he sentido?

Me he sentido mal. Me he sentido mal y he estado dándole vueltas a si debía haber dicho que sí, dicho que no de otra forma o a si la otra persona se va a enfadar o no.

Pero ¿sabes qué? Que, si hubiera aceptado esa colaboración, dado mi teléfono o realizado esa tarea que no me correspondía con quien me hubiera enfadado (y mucho) hubiera sido conmigo por no respetarme. Lo que me estaría preguntando es si no debía haber dicho que no en lugar de sí y estaría viviendo esa situación de muy mala gana porque no es lo que, en realidad, quería hacer y posiblemente acumulando “puntitos” de rencor contra esas personas.

En estos tres casos, he dicho no, y la verdad es que me siento mejor que si hubiera dicho que sí. Ahora que lo he escrito, este bienestar incluso ha crecido porque es como si me respetara doblemente y, a su vez, compartiera esta misma herramienta de autorrespeto con otras personas.

Discusión sobre este episodio