De las pausas consentidas: escuchar a nuestro cuerpo es un acto de sabiduría 🍃
Pues sí, a veces, el universo manifiesta ✨✨✨ lo que le pides a V O C E S 📣📣📣 (Aunque tu te empeñes en no darte lo que necesitas...)
¿Nos escuchamos lo suficiente? 🙄
Es curioso como a veces nos hacemos trampas al solitario.
Llevo unas semanas de intenso estrés (como os contaba en el anterior domingo).
Pero el peor de los “estreses” es el que yo misma me autoinflijo.
Porque, en la mayoría de las ocasiones, para una persona con tendencia a la ansiedad, más que el estrés externo, es el estrés interno el que te carcome por dentro.
A pesar de saberlo, y de que necesitaba pausar para volver a estar con la energía al 100%, me empeñaba en mantener los planes en agenda desde hace 3 meses y de “rellenar” los huecos libres, porque “hay que hacer cosas.”
Spoiler alert: no siempre hay por qué “hacer cosas.” A veces lo que tienes que hacer es, precisamente, N A D A.
El otro día me cancelaron ese plan agendado desde hace meses, sentí por un lado pena (qué difícil es quedar a veces, incluso cuando ya es un “hecho” en la agenda de todos1), pero a su vez, un extraño alivio se apoderó de mí; porque mi cuerpo me pedía: descanso y recuperación.
No contenta con sumar un día libre -como mi cuerpo me estaba gritando a voces-, hablando por whatsapp con una amiga que hace tiempo que no veo, me dijo “¡¡Isa!! Tenemos qué quedar, qué hace mucho que no nos vemos y tengo buenas noticias.”
A pesar de que me habían cancelado el anterior plan y estaba aliviada, me dije (y le dije) “Vale, sí. Quedemos a comer.”
Sentí una punzada de desilusión por dentro, a pesar de la alegría por celebrar -muuucho que celebrar- y por quedar con mi amiga a la que hace, al menos un mes, que no veo.
Ayer me escribió y me dijo que se le había olvidado que hacía dos meses que había quedado con unos amigos para comer.2
Y mi cara, lejos de expresar tristeza, dibujó una sonrisa de oreja a oreja 🙃
Bien.
Hoy podré descansar 🙌🏼
De las pausas consentidas 🍃🌬️🎐
Necesitaba un día de no hacer nada, de levantarme con calma. Sin prisa. De relegar el despertador para otro día de la semana.
De estar sola. Conmigo. Sin ser invadida por pensamientos ajenos.
De coger libreta y boli.
De agarrar un libro por bandera.
De descansar mirando al vacío, con los pies sobre la mesa.
De nutrir mi cuerpo con cosas frescas.
De sumergirme en el agua helada.
De nadar y ejercitar mi cuerpo.
De dejar que el airecito… me acariciase con el olor a hierba fresca recién cortada.
Que el Sol llenará mi piel de la Vitamina D que tanto me hace falta.
De dejar de darle vueltas a cada cosa en mi cabeza.
Y de centrarme en lo más esencial de todo: mi bienestar.
Qué fácil es hacer planes.
Qué fácil, lanzar múltiples proyectos.
Apuntarte a cursos, conciertos, talleres y seminarios.
Qué fácil es llenarte la agenda de eventos y tareas.
Cómo nos gusta “llenar el tiempo” para no pensar o para pensar en demasiadas cosas a la vez y… desbordarnos de pura sobrecarga mental.
Qué fácil es creer que, como la vida sólo es una, sólo se disfruta en un “sin parar” de hacer cosas -no en hacer cosas sin parar-.3
Qué fácil es, caer en la trampa de que tenemos que estar siempre ocupados.
En que el “tiempo de vagar”4 es vaguería, es pereza, es un elemento a evitar en nuestras vidas.
Cuando, en realidad, ese tiempo de vagar, sin ataduras, sin obligaciones, sin que haceres, donde tiene cabida el aburrimiento… es el más necesario para mantener a flote nuestro bien más preciado: nuestra salud mental.
Es en la pausa donde sucede la verdadera magia.
Cuántas veces necesitamos una pausa y no nos damos el permiso.
Cuantas veces, a pesar de habernos “consentido” esa pausa, la llenamos de “actividades divertidas”, “que haceres” y “pendientes inaplazables.”
Cuántas veces pensamos que si dejamos ese espacio, nos vamos a “aburrir.”
Y yo me pregunto ¿hay algo de malo en aburrirse?
O, es que, acaso, tenemos miedo a estar solos con nosotros. Sin tener nada que hacer. Nadie con quien quedar. Ni con quien hablar. Ningún pendiente que hacer. Ningún recado. Ninguna actividad.
¿Acaso tenemos miedo del vacío?
(¿O lo que nos asusta son las respuestas que surjan de esos momentos de estar “en paz”? 🤫)
Un día vendrá el momento en que será pulsado el botón de stop definitivamente y si no nos damos esas pausas…
no habrá oportunidad para saber,
si teníamos todas las preguntas necesarias
para responder a lo que de verdad es importante o…
si estábamos viviendo la super producción cinematográfica de otro o
su experimento de cine independiente.
Pero…
¿Qué es lo verdaderamente importe?
¿lo tenemos claro o solo estamos pasando de puntillas por miedo a descubrir lo que emerja de ese vacío?
Tú, ¿lo tienes claro?
¿Qué es lo verdaderamente importante para ti?
Si te ha gustado, te ha removido o te ha llevado a preguntarte qué es lo importante, déjame un coraçao❤️ 🙃 y si te apetece contarme qué es para ti lo importante, lo leeré con cariño y atención 😊
PD: creo que nada es casual, y que has llegado aquí, por algo 😉
Ya que suena…🎶🎵🎶🎵🎵
Flow water Flow
Our worries go
Flow water flow
They sink down low
Considero representativo dejaros el enlace a la canción, jaja… las señales… ✨🍃✨🍃✨🍃
Como siempre les digo “parecemos ministros.”
Lo dicho, parecemos todos ministros 🤣
Y, efectivamente, el “sin parar” de hacer, denota una connotación negativa, por si el texto no era lo suficientemente expresivo.
“Tiempo de vagar”, expresión de mi adorado Padre ❤️ para esos momentos que todos necesitamos de vez en cuando de pausar y no hacer nada o, solo, lo que el cuerpo pida.
Siento que has descrito con precisión ese momento en que el cuerpo susurra… y una insiste en taparse los oídos. Qué desafío es, en esta cultura de la urgencia, hacerle sitio a la pausa sin convertirla en otro ítem de la lista. Parece sencillo, pero no lo es.
La manera en que narras ese vaivén entre el impulso de seguir y la necesidad de parar me resulta tan cercana que podría haberlo escrito cualquiera de nosotros, en esos días en los que el silencio se vuelve el verdadero lujo. Y sin embargo, ahí está: ese alivio secreto cuando un plan se cancela, como si alguien –sabio y antiguo– hubiese pulsado el freno por nosotras.
Me gusta imaginar ese domingo tuyo como un manifiesto suave: mirar al vacío, escuchar el zumbido de los pensamientos cuando se van apagando, dejarse cuidar por un libro, por el agua, por el sol. Son gestos pequeños que, sin aspavientos, devuelven el equilibrio.
No creo que tengamos miedo al aburrimiento, sino a lo que se desvela cuando ya no hay nada que hacer, solo estar. Pero a veces, justo ahí, en lo que no hacemos, empieza a asomar lo que de verdad importa.
Gracias por recordarlo sin necesidad de decirlo alto. Me quedo con esa imagen tuya: pies sobre la mesa, brisa en la cara, y la libreta abierta. No hace falta más.
Un abrazo que no empuja, acompaña.
Sabía que iba a ser buenísimo. Um coraçao puesto 🙃🤣