De lo que queremos ser a lo que finalmente acabamos siendo
Si la vida se compone de dar vueltas al Sol, aquí ya van unas cuentas ✨✨✨ En 12 horitas habré completado otra vuelta más ☀️🙃❤️
Por qué dejaremos de soñar
De pequeña quería ser escritora e inventora y a los 16 piloto, porque lo único que quería era viajar y conocer las distintas formas de vivir en cada parte del mundo y las diferentes perspectivas y formas de afrontar la vida según la cultura y el lugar de nacimiento. Me apasionaba conocer cómo un ambiente cultural, zona geográfica o costumbres podían cambiar por completo la forma de ver las cosas.
Quería viajar de profesión y ganarme la vida pilotando una aeronave -cosa que también encontraba en cierto modo emocionante- y estudiar mil cosas en mis ratos libres para satisfacer mi infinita curiosidad y ganas de aprender. Me gustaba tanto todo, que no podía decidir qué estudiar. Quería abarcar lo inabarcable: Todo el conocimiento.
La miopía me impidió formarme como piloto comercial y llegó el temido momento, elegir una sola rama de estudio. Elegí Derecho y fue un flechazo ❤️, pero sospecho que me gusta tanto aprender que hubiera ocurrido prácticamente lo mismo si hubiera elegido cualquier otra materia.
Y por qué nos dejaremos llevar por lo que quieren los demás
A los 27 me sentía muy mayor, creía que debería haber tenido hijos ya, estar generando una cantidad considerable de ingresos y tener una casa en propiedad. Llevaba unos 5 años con la misma persona, él tenía tanta ilusión por tener hijos que teníamos acordado hasta cuales iban a ser sus nombres. Me llevaba 8 años, lo que no hacía sino aumentar la presión externa que yo internamente ya me autoinfligía.
Estudiaba una media de 12/14 horas diarias los 6 días de la semana y creía que cuando terminase la oposición, en el peor de los casos, tendría un sueldazo en un super despacho. Me preocupaba enormemente mi futuro y me tomaba las cosas a la tremenda.
Porque siempre podemos volver a lo esencial
A día de hoy, no tengo esa pareja ni ninguna otra, no soy Abogada del Estado, ni trabajo en un super despacho, tampoco tengo hijos, ni casa en propiedad.
Sin embargo, me siento extrañamente mucho más joven y más libre que cuando tenía 27. A los 36 -cumpliré justo un añito más el domingo en que se publica este artículo- estoy diseñando la vida que quiero vivir. Me estoy desprendiendo, por fin, de ese miedo al que pasará y a esa necesidad de controlarlo todo, no acepto a cualquiera a mi lado y aunque no me importaría tener hijos y creo sinceramente que no les causaría traumas considerables,1 no es algo que me preocupe enteramente. Vuelvo a ese, “si los tengo bien y si no, no está de dios”.2
¿Qué diferencia hay entre esa Isabel de 27 y la de ahora?
Pues diría que experiencia; una fuerte dosis de “me importa un pepino” lo que debería ser y lo que los demás opinan que debería ser; otra de, quien va a asumir las consecuencias de mis decisiones soy sólo yo (si es para mal, mejor que yo las elija y si es para bien, que mayor impulso para seguir decidiendo para mí); y momentos extremadamente duros que te tiran kilos de sabiduría encima de un plumazo.
El peor, las muertes inesperadas. A los que hayan pasado por aquello de perder a uno de sus padres (o ambos) coincidirán conmigo en que, aparte del palo de que esa persona que quieres tanto y que es tan sumamente importante en tu vida ya no formará parte física de ella y la echarás cada día de menos, es uno de esos momentos reveladores de ¡Hostia!3 ¡Que somos finitos y no vamos a estar aquí siempre!
Ni tampoco aquellos a quienes más queremos…
Y es entonces cuando empieza a pulular más a menudo que de costumbre por tu mente, ese ¿Qué estoy haciendo? ¿es así como, en realidad, quiero vivir? ¿de verdad estoy haciendo lo que me gusta?
Ese exacto momento, ese preciso día en que te haces esa pregunta, ya no puedes dejar de hacerte preguntas, no puedes dejar de estudiarte y no puedes dejar de intentar comprender qué narices quieres de tu vida. Quizá por eso -mirándolo con perspectiva- escribo este blog, porque una de las cosas que descubrí cuando empecé a hacerme preguntas es que me encantaba escribir (desde siempre) y, sin embargo, no lo estaba haciendo. Y entonces di ese paso de ¡Al carajo lo que piense el de enfrente! ¡Quiero escribir!
Ahondando en ese cómo quiero ser, también comprendí que llevaba un montón de tiempo intentando encontrar trabajos que me dieran el tiempo y el dinero suficiente para tener una considerable cantidad de viajes al año y, sin embargo, en esa lucha por conseguir un medio para este fin, estaba haciendo precisamente lo contrario, enlazar un trabajo con otro y mantenerme en un estado de lucha y estrés constante por intentar encontrarlo mientras me alejaba, cada vez más, de esa posibilidad.
Hasta que, en una epifanía reciente, me di cuenta de lo que llevaba sabiendo desde los 22 pero me daba miedo reconocer, no quería tener jefe, porque resulta que la libertad en su más amplio sentido es uno de mis valores principales, como mujer, como profesional, como persona.
Y heme aquí en medio de una vorágine que os cuento domingo a domingo intentando encontrar este hueco que seguro hay para mí (y para vosotras, si aún no lo habéis encontrado), mientras me reinvento con cada artículo e intento superar con vosotras esos límites que a todos nos aplacan, nos lastran y nos impiden conseguir lo que queremos.
Fiel a ese mismo valor de libertad e independencia y de que es posible reinventarse en cada aspecto de la vida, también escribo cada jueves de cuantas veces tienes que exponerte a los que no, para que en algún momento lleguen los que sí. Con la esperanza y la determinación de no desistir en encontrarme con esa persona (o sucesión de personas, nunca se sabe) que no necesite para nada pero que quiera tener en mi vida para todo.
Aparecerá(n) o no, pero mientras tanto nos reímos todos con mis peripecias “amorísticas” y los fenómenos de intentar conocer gente en estos días en que vivimos, desde ese punto cómico que siempre me gusta darle (nos falta humor…), pero también desde el aprendizaje. Por un lado, como recordatorio para mí, para no hacerme trampas al solitario y, por otro, porque a veces, nuestros consejos hacen clic en otros para que no caigan en viejas trampas ni acepten lo que no merecen.
No tengo la solución a cada problema, tampoco una verdad que considere única, lo que sí tengo es la convicción de que todos podemos conseguir una vida que deseemos vivir cada día y la firme determinación de conseguirla; y la, aún más firme, convicción de que es mi deber hacerte reflexionar conmigo en este intento. Porque más que personas somos procesos, y la mayoría se reproducen como un calco en cada una de nosotras y, lo más importante, porque lo bueno se comparte y si me lo quedo solo para mí, a nadie más puede servirle .
Confieso abiertamente que, a veces, yo me he sentido sola4, sin fuerza y sin empuje para ir dando estos pequeños pasos que me han traído hasta aquí. No quiero que nadie tenga que pasar en soledad esta batalla interna, ni que parezca que construir la vida que queremos sea fácil -pues en modo alguno lo es-, aquí intento inspiraros cada día con mi lucha por tener la vida que yo quiero y no dejarme llevar por el qué dirán, el deber ser o lo que opinen los demás, por no dejarse paralizar por los miedos que todas tenemos e intentar conectar con quien realmente queremos ser.
Si alguien tan rígido como lo era yo puede cambiar su mentalidad y volverse más flexible, soy eneatipo 1 (para quien los conozca, ahí lo dejo), creo, sinceramente, que cualquiera puede transitar este camino.
Somos 369 sólo puedo deciros gracias, gracias y más gracias por leerme.
Para los que sean nuevos por aquí, quizá este post es fiel reflejo de todo sobre lo que llevo escribiendo durante estos meses de Nogales Experience. Para los que lleváis por aquí más tiempo, pensaba “pinearlo” como post de la pantalla de inicio.
No puedo dejar de decirlo otra vez…
❤️ G R A C I A S❤️
❤️G R A C I A S❤️
❤️G R A C I A S❤️
Desengañémonos, quizá no les generamos los mismos traumas y creencias limitantes que nos han traspasado a nosotros, pero, sin duda, alguna que otra habrá.
Aunque en días como hoy en que mi compañera nos acaba de enviar la foto de su hija recién nacida, digo… ¡¡quiero otra!!
Perdón Mamá por usar “hostia” por escrito y públicamente, pero así vino el momento revelador.
Curiosamente cuando más sola me sentí, aún estando hipotéticamente acompañada, fue cuando vivía con ese exnovio.
Quizá en algún momento sea tiempo de escribir otra serie, de cómo sobreviví al abuso narcisista. Se sale de ahí, pero cuesta trabajo reconstruirse.
Me ha encantado tu historia vital, amiga Isabel. Refleja muchas realidades y muchas circunstancias que conozco bien. Enhorabuena por haberlo contado, pero sobre todo, por tener esa visión de aceptar las cosas como son y actuar hacia el futuro (hacia el pasado no se puede actuar).
Ah, y yo también quería ser piloto, ¡con toda mi alma! Pero no pudo ser.
Pero ¿sabes qué? he recorrido el mundo entero, y he volado muchas veces en la cabina de control, con mis amigos pilotos ;)
Me ha encantado tu historia sin photoshop ni censuras.
Creo que todos nos vemos reflejados de alguna manera.
Enhorabuena por todo lo que estás creando!